Miedos… todos
tenemos uno. El mío: las agujas. Es que no soporto la idea de que te
introduzcan un objeto metálico a la piel, si bien es (normalmente) para nuestro
bienestar, las detesto. En realidad le tengo miedo a los cuchillos, las agujas
y todo tipo de objeto punzo-cortante.
Pensar que me puedo abrir la piel, ver mucha sangre correr y la
sensación de ardor combinado con el dolor del momento me pone la piel de
gallina. Recuerdo que cada vez que me decían que me tenían que sacar sangre,
era lo peor de todo. Claro que (si no, no lo hacía) poner música a todo volumen
ayuda pero igual queda la sensación esa.
Hasta que decidí
hacerme un tatuaje, recuerdo que fui con 2 amigas al lugar y no sé cómo
demonios terminé siendo la primera en ser tatuada. Maldición! La máquina esa
producía un sonido espantoso, pero una vez que el ‘tatuador’ empezó a dibujar
el tatuaje me di cuenta que había logrado superar uno de mis más grandes
temores. Hasta me empezó a dar cosquillas y empecé a reír, a tal punto que me
dijeron que pare de moverme porque saldría mal.
Ahora le perdí
por completo el miedo a ese tipo de objetos, si bien no fue de la mejor manera
o con el mejor fin de todos, logré superarlo. Ahora muero por hacerme
otro, pero debo de pensar bien qué hacerme. Porque después de todo la vida es
una y no vas a estar pensando ‘y si lo hubiera hecho... que hubiera pasado’ si
puedes hacerlo y tienes la oportunidad, hazlo y no la dejes pasar. Por lo menos
esa es mi manera de ver las cosas, tengan en mente CARPE DIEM (vive el momento)
y háganlo.
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